La capital de Portugal es encantadora. Sus tonos pasteles, amarillos y naranjas nos dejaron una hermosa sensación de calma en medio de una gran ciudad. Como siempre, recorrimos las calles a pie en busca del lado B, de las esquinas a las que el turismo tradicional no le ha prestado atención. El turismo en Lisboa ha crecido muchísimo en los últimos años, encareciéndola y haciendo de sus pequeños rincones tranquilos perlas raras de encontrar. A pesar de eso, Portugal sigue siendo un destino económico y apacible. Lisboa es para caminarla, con calma, los ojos bien abiertos y la mente dispuesta a aceptar planes improvisados con locales, que por cierto se destacan por su generosidad y hospitalidad. Como Lisboa no es sólo para estar de paso escuchando fado en Alfama, corriendo a la Torre de Belém o el Castelo de San Jorge, detallamos algunos de los paseos que más nos gustaron cuando paseamos por la capital portuguesa en 2017. Les invitamos a viajar un ratito desde casa y, por qué no, empezar a soñar un viaje.
Miradores, tejados, barrios y cafés de Lisboa
Desembarcamos en Lisboa después de dos semanas sin vernos. Sebastián llegó por tierra, en Blablacar desde España, yo crucé el Atlántico en avión. Habíamos alquilado una habitación por Airbnb que no resultó ser lo que esperábamos, pero nada importaba porque teníamos una de las vistas más hermosas de la ciudad desde nuestro mirador personal: un pequeño balconcito donde sólo teníamos permitido desayunar. El tranquilo barrio Graça, muy cerca del metro Martim Moniz, nos gustó en particular porque es elevado y ver Lisboa desde las alturas es algo que nunca cansa. Los miradores da Graça y Miradouro da Senhora do Monte son puntos imprescindibles en este barrio.
Algo que nos fascinó de Lisboa desde el primer momento es el mapa tan particular de su parte más antigua. Calles que parecen doblar al infinito, callejones que aparecen de la nada, escaleras que llevan siempre a alguna calle aún más elevada antes de desembocar en un mirador. Si les gustan las vistas panorámicas, un paseo por Lisboa es ideal porque tiene muchísimos puntos de la ciudad donde apreciarla desde las alturas. Cuesta arriba por una de esas escaleras infinitas se llega a la recompensa de la caminata: el Mirador Senhora do Monte con su vista increíble a toda la ciudad, se aprecia desde el Castillo de San Jorge y los tejados naranjas de los barrios, hasta el río Tajo y el puente 25 de abril a lo lejos.
En la zona del Barrio Alto de Lisboa hay otro mirador que nos gustó mucho: el Santa Catarina. Con otra vista panorámica de la ciudad, es muy recomendable para ir al atardecer y tomar algo en el bar Noobai que está ahí mismo y tiene una terraza muy única. La atención es excelente y la vista un privilegio, pero ojo con los precios: Portugal es muy barato comparado con otros países de Europa Occidental, pero también se pueden encontrar con lugares que se escapen de su presupuesto viajero. Si viajan de a dos o más, pueden compartir, y así abaratar costos. Creemos que disfrutar del momento y el lugar es más importante que lo que allí consuman.
La primera noche que pasamos en Lisboa decidimos explorarla, caminarla, hacer paseos que durante el día no serían tan tranquilos como bajo la luz de la luna. Vimos el Castillo San Jorge y recorrimos sus alrededores disfrutando de las vistas. Lo que más nos gustó fue observar la cotidianidad de quienes tomaban algo en las terrazas aledañas. Nos imaginamos cómo sería levantarse todos los días y ver el imponente Castillo desde la ventana. Esa noche inauguró una serie de caminatas que haríamos en Lisboa sin rumbo definido. Teníamos puntos marcados en el mapa, recomendaciones de locales que amablemente nos habían guiado para encontrar rincones sin demasiado turismo. Nos dedicamos simplemente a caminar y perdernos en las calles hasta toparnos, casi de casualidad, con esos puntos.
Un mediodía deambulando por Alfama, el antiguo barrio que es comúnmente asociado al fado, nos topamos con do Vigário Pub and Records, un café que nos encantó. No tenía nada de tradicional sino una onda vintage y descontracturada. Veníamos remontando las curvas del barrio y un pacman nos llamó la atención (ver foto), algo escondido por ahí encontramos este café. Estaba vacío, como casi todos los lugares que visitaríamos en la ciudad. Nos resultó ideal poner una pausa a nuestro paseo para tomar un café o almorzar. Recién llegábamos a la ciudad y todavía no conocíamos nada. Este cafecito fue un buen augurio, cuando seguimos camino nos topamos con el Mirador de Santa Lucía, uno de los más hermosos que visitamos.
Queríamos recorrer la ciudad quedada en el tiempo pero también experimentar qué estaba sucediendo en ese momento en el terreno cultural. Por eso, camino a la Torre de Belén, decidimos hacer una parada y acercarnos a LX Factory, un antiguo complejo industrial convertido en espacio multidisciplinario. Es un lugar fantástico para dar un largo paseo ya que parece una pequeña ciudad en sí misma. Tiene instalaciones artísticas (como los neones que pueden ver en la foto y arte urbano), cafés, restaurantes, talleres, espacios de co-work y librerías. Es ideal para recorrer de punta a punta por su calle principal y luego ir entrando en los locales que más les llamen la atención.
Nos acercamos a este lugar porque queríamos visitar la famosa librería Ler Devagar («leer despacio») que nos había recomendado una amiga portuguesa. Fascinadxs con la librería, sus estanterías altísimas repletas de libros y sus famosas esculturas voladoras, pasamos ahí un buen rato tomando café y ojeando ejemplares. El viaje recién empezaba así que no podíamos comenzar a adquirir libros desde temprano y tener que cargarlos en la mochila por los meses siguientes. No compramos nada entonces, y por suerte Ler Devagar tenía otro plan para nosotrxs: una visita por su planta alta. La recorrimos con un cinéfilo de más de 80 años que nos fue guiando por su muestra de arte cinético dedicada Chaplin y Jacques Tati.
Pietro Prosérpio es un inventor enamorado de las máquinas y el cine. Allí nos mostró su serie de dioramas construidos con piezas mecánicas recicladas, que nos hicieron recorrer las diferentes escenografías de las películas más famosas de estos directores. Nos sentíamos adentro de un sueño. Para quienes nunca hayan visto una peli de Chaplin o Tati, pueden poner en pausa esta lectura y salir a buscar sus films, no se arrepentirán.
No quisimos irnos de Lisboa sin conocer LX Factory de noche, así que volvimos en busca de más y disfrutamos de una cena con cerveza en una cantina muy particular, que solía ser el comedor de los trabajadores de las fábricas. Sea de día o cuando cae el sol, este es uno de los lugares imperdibles de Lisboa si disfrutan de visitar espacios alternativos.
Este espacio puede resultarles lejano a su hospedaje, en ese caso les recomendamos usar para regresar el tranvía. La red ferroviaria de Lisboa tiene alrededor de 150 años. Si bien por lo general no utilizamos transporte público en las ciudades ya que nos interesa más recorrerlas a pie, viajar en tranvía es ideal luego de una larga caminata poder descansar un rato los pies. Además de ser un paseo pintoresco, viajar en tranvía es colaborar con un transporte amigable con el medio ambiente ♡
Antes de seguir, les contamos que tenemos un montón de textos relacionados con Europa. Algunos en clave íntima y reflexiva y otros en formato guía. Siéntanse como en casa, háganse un matecito, pasen y lean.
Paseo por Almada: urbex, panorámica de Lisboa y atardecer infinito
Cuando comenzamos a investigar y pedir recomendaciones sobre Portugal, nos dijeron que un paseo imperdible estando de paso en la capital era cruzar el río Tajo en ferry y tomar un café del otro lado con la vista hacia Lisboa. No podíamos no probarlo: reemplazamos el café por el mate en el pasto y pasamos una tarde agradable observando el río y disfrutando de un paseo tranquilo por Almada. La luz que cae sobre Lisboa en mayo es tenue, como un largo atardecer de primavera, lento y mágico.
Tomamos el barquito y diez minutos después bajamos en la estación de Ferry de Cacilhas. En lugar de meternos de lleno a explorar las curvas calles del barrio decidimos aventurarnos por la costa, nos había llamado la atención un camino alternativo al que toda la gente seguía y nos entusiasmaba especialmente caminar al lado del río. Yendo todo derecho hacia el lado del puente 25 de abril, bordeando el Tajo por una angosta calle, nos fuimos cruzando con una larga fila de depósitos abandonados, muy bien aprovechados por artistas urbanos. Un paseo ideal para fans del urbex y el street art.
Luego de este interesante paseo se llega a Parque Boca do Vento. Ahí disfrutamos del césped y la vista al puente y a Lisboa, que desde esta perspectiva se ve tan lejana. Después de la pausa montamos en el Elevador Panorámico. Fue algo extraño subir a un ascensor en medio de la costa, que nos elevaba sobre el acantilado dejando el río muy atrás, pero valió la experiencia: Una vez arriba nos topamos con un barcito que tenía una vista de la ciudad que nos dejó, una vez más, sin palabras. Ahí entendimos por qué visitar este lugar realmente era un paseo imperdible.
Comenzamos a recorrer Almada a paso lento, descendiendo por sus calles como si la ciudad estuviera detenida en el tiempo y las y los vecinos la hubiesen abandonado. Nos perdimos a pie por los antiguos pasajes encontrando más y más callecitas desiertas, subidas y bajadas, cines, mosaicos y arte urbano. Después de un buen paseo, disfrutamos de la bajada del sol desde el ferry de vuelta a Lisboa con una sensación de tranquilidad y calidez que nos acompañó el resto del viaje. Portugal ya se había ganado nuestro corazón.
Después de una semana en Lisboa, explorando la ciudad y sus alrededores (incluyendo Sintra y Cascais) tomamos el tren a Porto, volvimos a la capital unos días y ahí alquilamos un auto para explorar la costa alentejana. Definitivamente nuestras dos semanas en Portugal quedarán guardadas en nuestra memoria por siempre, les iremos contando más en próximos posts.
Mapa de paseos por Lisboa
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