A continuación un recorrido personal por los lagos del Parque Nacional Plitviče, su música y sus colores. Conocido por sus lagos turquesas escalonados, este Parque forma parte del Patrimonio Universal de la UNESCO hace más de cuarenta años y vale la escapada si están viajando por Croacia.
Hacía calor y fuimos los últimos en llegar al bus. Quedaba sólo un lugar, al fondo y del lado del pasillo. El chofer improvisó otro asiento, uno que desplegó casi al lado suyo, claramente era uno de esos lugares reservados para alguien de la empresa de colectivos. Sebastián accedió ir al fondo y yo quise quedarme adelante, casi pegada al vidrio y cerca del conductor. Era uno de esos asientos más peligrosos, de esos que jamás elegiríamos en Argentina, pero tenía cinturón.
Fue uno de los mejores paseos en micro de ese viaje de meses subiendo y bajando de buses. El chofer quería darme charla pero la traba del idioma era imposible, así que nos limitamos a viajar en silencio, escuchando la radio. Sentí que estábamos solos, el desconocido y yo y el paisaje que se abría delante nuestro. Quise que el road-trip durara horas, pero era un viaje corto y así pasé la hora y media de Zagreb a Plitviče, escuchando la radio en croata y al conductor tararear alguna canción. Ya había intentado aprender algunas palabras en croata, así que cuando alguien llamaba al programa que estábamos escuchando, yo podía reconocer algunos números, saludos y expresiones muy básicas. La ruta me hipnotizaba, el asfalto interminable y algo de vegetación a los costados con ese soundtrack de fondo me hicieron sentir presente. En ese viaje sentía todo el tiempo que estaba donde tenía que estar, y no en otro lugar, y eso fue lo que lo hizo tan mágico. Venía de renunciar a un trabajo que ya no me hacía feliz, estaba viajando hacía más de un mes y todavía tenía uno más por delante, no había tiempo ni lugar para incertidumbres. En aquel julio de 2017 me dediqué a vivir el presente.
¿Cuántos verdes puede ver el ojo humano? El verde me parece un color perfecto porque combina el azul y el amarillo, dos de los colores más hermosos que existen. El verde es la calma de la mente, es la vida: la fusión de la vegetación y el agua. Cuando llegamos al Parque Nacional Plitviče, después de despedirnos del conductor del micro entramos a este paraíso natural donde tuvimos diferentes climas a lo largo del recorrido, lo cual nos permitió ver cambios en las tonalidades de los colores del bosque y el agua.
Entre hayedos, abetos, lagos, cascadas y cuevas, las plataformas de madera nos fueron llevando a descubrir los diferentes colores de la naturaleza y el movimiento del agua. En plena caminata nos sorprendió una tormenta de verano, que cambió por completo el escenario en el que nos encontrábamos. Los colores se aplacaron, no sin encanto, haciéndonos sentir efímeros y en completa conexión con la naturaleza, nosotrxs también cambiamos, mutamos.
Hoy en día y cada vez más pensamos los colores de manera cualitativa, qué colores combinan con nuestra piel para vestirnos, cuáles realzan nuestros ojos, qué paleta conviene usar para el logo de una marca o cuál es la más conveniente para un feed de Instagram, qué tonos para vender un producto por internet y de qué color es el micro que tenemos que tomar para llegar a algún lugar. Tendemos a estandarizar, a seguir modas. Cuál es tu color preferido solía ser una pregunta importante. Ya en la adultez, a menos que nos dediquemos a las artes plásticas, probablemente no nos pongamos a pensar o elegir nuestro color favorito por el simple hecho de tener uno que nos hace sentir bien, o algo diferente del resto. ¿Y si nos volviéramos a preguntar por qué un color nos gusta más que otro? ¿Qué nos hace sentir el verde o por qué el azul nos transmite algo que el gris no? Observar la naturaleza nos lleva indudablemente a estar en contacto con los colores y es, para quienes venimos de la gran ciudad, una experiencia única.
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